Vivimos suponiendo cosas: del otro, de lo que nos va a pasar si hacemos X o de lo que no nos pasaría si hiciéramos J, suponemos intenciones, suponemos lo que hubiera pasado y lo que no hubiera pasado en caso de que hace veinte años hubiéramos decidido eso que no decidimos, imaginamos sin freno, y sin conciencia de que estamos imaginando, y de que eso que suponemos e imaginamos nada, pero nada tiene que ver con lo real de la vida. Suponemos y conjeturamos, y nos creemos todo eso como si además no tuviera retorno, es decir, como si nuestras ideas acerca de nuestra vida y nuestros actos fueran una realidad inapelable.
Lo que sucede cuando ponemos a prueba todo esto es algo muy diferente. Todo se dinamiza, todo se flexibiliza, empezamos a intuir, sospechar sabiamente, que la foto es algo plano mientras la realidad es en 3D, y que no es lo mismo mirar que percibir un sensorium entero, empezamos a descubrir que nuestras imágenes mentales son sólo eso: imágenes mentales, planas, que no hablan ni se expresan ni sienten ni piensan, ni laten, ni acarician, ni lloran y se podría seguir un rato largo más.
Largarnos a vivir desde lo más sencillo a lo más complicado implica saber que si salgo con sol puede llover en el camino, y que si salgo con lluvia puede salir el sol en el camino.
Implica saber que nada sé, y que por eso mismo es inútil también tratar de controlar lo que pudiera suceder, porque aunque vaya cargado por las dudas de un paraguas, ropa de invierno y de verano, bebidas frías y calientes, algo siempre, por suerte algo siempre no encajará en ninguna de las hipótesis de nuestra mente, y en cambio sí deberemos responder a lo que suceda con toda la lucidez de nuestro corazón, y con el descuidado sentido del olfato que tanto más deberíamos apreciar, ya sea para deleitarnos con los olores del mundo y de nuestra experiencia, como para salir huyendo en caso de necesidad.
No mucho más que eso hace falta: darle crédito a la realidad, dejar que la vida hable, nos hable, nos convoque, nos modifique, nos sorprenda, y estar dispuestos a aprender de eso porque al fin de cuentas, si algo significa la juventud, creo yo que sería la capacidad de estar dispuestos permanentemente a la aventura, no la típica de irnos a hacer parapente, -aunque no se descarta-, sino de la aventura diaria emocional de animarnos a desconocernos y desconocer un poquito más.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario