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lunes, 18 de diciembre de 2023

CARTA A JO TENDIDA SOBRE LA ALFOMBRA (ESCRIBE MARY OLIVER)


Jo, te veo tendida sobre la alfombra preguntándote en voz alta qué será de una Navidad sin regalos, hace más de un siglo atrás, en esta misma tierra, el gran país del norte, el de la prosperidad y la hermandad universal que tanto maltrato se permitió ejercer hacia otros rincones de la misma tierra grande que nos alberga a todos desde el comienzo.

Te veo adolescer tendida sobre la alfombra, con una cuota mayor de rebeldía que tus hermanas, con un compromiso intenso hacia la vida intensa y salvaje a la que tanto me ha gustado cantarle.

Excepto Beth, que te mira desde una piedad inconmensurable y casi ultraterrena, no te comprenden bien tus hermanas, y la cotidianeidad de tu época amenaza con tragarte, como viene amenazando a todo aquel o aquella que no se deje capturar por las mentiras de turno, por los hábitos mentales y emocionales de su tiempo y su terruño.


Desde más de un siglo adelante te miro y sonrío, porque la ternura me convoca a recordarme a través tuyo, cada vez que mi propia indomesticada alma se preguntó por la creación del mundo, curiosa por saber quién hizo al cisne, al oso negro o quién dio forma al saltamontes. Pero mucho más curiosa aún, más impetuosamente convocada a preguntar sobre qué piensa el humano hacer con su única, maravillosa y salvaje vida.


Veo desde aquí cómo esa pregunta ha sido traicionada una y mil veces. El despiste tremendo que ha creado la imaginación puesta al servicio de la codicia.

Van llegando aquí nuevas voces, mucho más jóvenes que la mía, anoticiándome,- desde esta materia común yacente en el polvo de todas las estrellas, como diría el hermano Sagan-, de que el mundo continúa alimentando su imaginería siniestra hasta el infinito.

Me cuentan de inteligencias artificiales y cotizaciones, me cuentan de algoritmos y cifras descomunales invertidas en gastos inauditamente innecesarios, y también de cómo siguen progresando esos aparatos omnipresentes en los que se mira la vida en una pantalla y la gente la confunde con la vida real.

Me cuentan del hambre inadmisible, y que la guerra, -disfrazada con sus múltiples ropajes de urgencias patrióticas o transnacionales-, sigue dejando jóvenes preguntándose por sus padres en la Navidad, sigue tragándose víctimas en formas novedosamente refinadas producidas por las mismas máquinas de crueldad de antaño.

Me da ternura tu pregunta por los regalos, tu coraje para desafiar las normas, para arriesgarte a lo insólito y así hacer posibles los pequeños milagros de la alegría. Me emociona tu manera de convocar a los hechos en vez de asumir el triste destino de ser llevada de la nariz por los designios ajenos sin asumir el riesgo de la propia imaginación puesta al servicio de la vida. Esa, la Vida Grande, la que nos abarca y abraza desde el origen, la misma que hoy está en riesgo de extinguirse, junto con la amada hierba a la que cantara el amado Walt, con el saltamontes y su mirada complicada, y con todos los árboles y animalitos del mundo, incluidos nosotros, pobrecitos humanos.

Por eso, por la urgencia, por el deseo de cantar, de ser, de vivir las cosas que nos han sido confiadas, yo te pido, te imploro que no dejes de escribir, que aun cuando te cases con el buen amigo Baer y te llenes de niños a quienes cuidar en el orfanato, no dejes de escribir tus sueños, tus anhelos, tus fantasías, tus observaciones hacia el mundo y sus despropósitos, hacia el mundo y sus bendiciones.

Porque las dos sabemos, como dije alguna vez, que hay momentos que claman cumplirse, y no sólo lo sabemos, sino que hemos practicado el riesgo. Por ejemplo, el de decir a otras personas que las amas. O el de salir a los gritos exclamando a los cuatro vientos éstas, las preguntas realmente necesarias:

-Tu corazón está latiendo, ¿no?

-No te han encadenado, ¿verdad?

No dejes de escribir, Jo,  porque la memoria colectiva debe nutrirse de sueños, debe alentar a quienes nos miren en un futuro como yo te estoy mirando ahora, si es que la humanidad sobrevive, y para que sobreviva.

Hay momentos que claman cumplirse, y no hay nada más patético que la prudencia cuando el precipitarse puede salvar una vida, incluso, quizá, la propia.

No dejes de escribir Jo, ni ahora ni nunca. Mi alma saluda a la tuya.

Mary




https://es.wikipedia.org/wiki/Louisa_May_Alcott

https://es.wikipedia.org/wiki/Mary_Oliver


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