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jueves, 10 de julio de 2025

NUESTRA AMIGA, LA BRUJA , de Roberto Julio De Vittorio


La casa de Tomás quedaba en el valle, muy cerca de las montañas y de otras casas donde había otros niños, madres y padres, y más lejos, escondida entre matorrales, una vieja casona donde no había niños ni madres ni padres, sólo una vieja.

Se la veía por las mañanas cuando recogía yuyos, y se la oía cantar extrañamente por las noches.

Descubrieron los vecinos que tenía un loro desplumado y también una escoba, y con todo esto, claro está, había ganado el título de bruja. Era la bruja oficial de la comarca.

Era muy útil la vieja,  pues servía para muchas cosas... para que los niños comieran, para que no desobedecieran a sus padres y todas esas cosas necesarias para los mayores.

La curiosidad de los pequeños era más grande que el miedo y casi todos los días se acercaban a la vieja casa haciendo juegos de valentía y coraje...El más valiente era el que llegaba más cerca de la casa.

Cuando algún niño se acercaba demasiado, salía la presunta bruja, escoba en manos, y entre gritos y escobazos lo echaba despiadadamente, tal vez cansada de su apodo que conocía muy bien,  o porque le pisaban la pequeña huerta o simplemente porque quería estar sola.

Todo esto incentivaba  a los niños que repetían  el juego cada vez con más entusiasmo, hasta que un día tanto se acercó Tomás, que la vieja logró atraparlo y tomándolo de un brazo lo metió en la casa. Los otros niños plantificados en la tierra imaginando todo lo que podría pasar dentro  del caserón.

La vieja sentó de un empujón a Tomás en un sillón roído por los ratones y otros bichos y comenzó a gritar: -¡Que sea la última vez que te acercas a mi casa! vos y todos tus amiguitos que se creen que soy una bruja... ¿Y si fuera una bruja, qué?

Pero no soy nada de eso, las brujas sólo viven en los cuentos, y esto no es ningún  cuento y la escoba la uso para barrer, pero no puedo volar con ella, ojalá pudiera, dijo más tiernamente, así iría más rápido de un lado a otro... y todo se fue suavizando de a poco, hasta cambiaron  los rasgos de la cara de la vieja según los ojos de Tomás, a quien llegó a parecerle una casi encantadora anciana.

Un rato después, los niños que seguían petrificados cerca de la casa vieron aparecer a Tomás y a la vieja. Terminaron todos en una ronda junto a la anciana que compartió con los demás su alegría olvidada.

Volvieron los niños a sus casas por el valle que parecía haber cambiado de color... todo estaba más lejos del cuento, habían cambiado a una legendaria bruja por una amable anciana.

El silencio del regreso fue interrumpido por los gritos de los padres que reprochaban la tardanza. -¿Se puede saber dónde estuvieron?-gritó alguna madre. -¡Miren si los hubiera agarrado la bruja!...

Era ya la noche, una enorme luna llenaba de luz el valle y observando con atención se veía por sobre las montañas alejarse a una vieja montada en una escoba.


(Este cuento lo escuché en un homenaje al músico argentino Roberto De Vittorio, quien además de trascender por su obra como compositor, era amigo de la expresión plástica y la literaria. Me impresionó bastante porque alberga en su sencillez metáforas siempre vigentes ... me impresiona el cambio en la conciencia ordinaria que aparece en los niños después del encuentro con la bruja, enlazado al cambio de color del valle, a la trasmutación del gesto, a la luna y al eterno mito de la escoba... ¡Cuántos símbolos y lecturas posibles! Gracias a Alejando Ruscio por acercármelo )



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