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jueves, 24 de febrero de 2022

CUATRO CARTAS, DE CLAUDIO FERRARI, cuarta y última entrega



Cuarta carta.

Querido, en su última carta usted me ruega, me exige que le confiese si lo sigo amando, y yo me rindo, dejo de negarme, y confieso, como si fuera una pecadora impenitente, que lo sigo amando. Tal vez mi amor sea, este atardecer, únicamente un resplandor, un desvarío o una aparición repentina que pronto cesará.  Sí, lo amo sin poder explicarlo, pero ¿ cómo explicar el amor? ¿Cómo explicar mi amor por usted? Sabe que no hay explicación. Se trató, desde nuestra infancia, y sigue tratándose, simplemente de una cuestión con usted. Cuestión, question, pregunta, misterio, juego con las palabras y las traducciones y busco su etimología: “misterio, del latín, secreto, ceremonia, yo cierro”, y no sé responderme por qué establezco que mi amor es una ceremonia hermética que me cierra y me deja ajena, y me hago todas las preguntas que -ambos lo sabemos-, usted nunca me contestará. Un problema irresoluble usted, una paradoja verosímil, una trampa. Lo sabe desde siempre, querido, y yo no puedo ignorarlo y ando sin poder escapar fuera del mapa de su vida. Ese mapa es imaginario, claro, y yo le ofrezco toda mi turbación al confesar mi andar inútil tras usted. 

Voy a contarle. No es mala cualidad dejar que sean otros los que produzcan los acontecimientos, los que viajan a países exóticos, los que se involucran en asuntos importantes, los que inscriben su nombre en la posteridad, los que creen, o los que deciden a quien no amarán. Yo, que no decido que usted sea visible o me ame, puedo así esperar que la vida simplemente me suceda, casi sin mi intervención, o por lo menos con una intervención decorosa, educada, sin euforias, desde  lejos, nunca en el centro de sus derivas, querido. Con esa grata docilidad, en ese plácido abandono vivo desde que supe que usted es sólo suyo -y así se dispone a quien le plazca- y yo únicamente puedo nada más que escribirle, mientras usted no está a mi lado. ¿Puede entender ahora que cuando lo hice sufrir tanto, cuando me mostré sin vergüenza, excesiva, en brazos de otros, entonces también lo estaba amando? Soy ahora esa misma que fui sin pudor, la que lo escandalizó, la que lo sigue escandalizando en su memoria que no tolera recordar. Mi enfermedad no me hace otra; apenas me impide ser la que esté en el centro de las cosas. ¿Puede comprender que no tengo manera de comprender la substancia de mi amor por usted? ¿Puede comprender que amarlo es una fe que pierdo y recupero arbitrariamente? Ojalá pueda comprenderlo; yo no lo logro, ni logro comprender por qué amándonos tanto, tantísimo daño nos hicimos y nos hacemos.

Pienso todo el tiempo en usted, en ustedes. Pensar es una manera formidable de realizar acciones libremente. Yo caminaba por los jardines de la casa familiar, sola, ayer noche, y vi el viejo banco y saqué una foto encuadrando de tal manera que usted cupiera, haciendo así una foto perfecta, donde usted no aparecerá, pero sí estará, ¿me comprende? Fue buena noche. Tan triste como todas, pero más, y por eso también más alegre, llena de carcajadas como estertores de una desdicha comparable a la mayor felicidad. Jugué a encontrarlo. Perdí. Pero fue un buen juego, con riesgo, porque sin riesgo no vale, tenso, con la exigencia de una atención precisa. Comprenda: usted podría pasar por allí y hubiera sido intolerable no advertirlo. Pero usted, por supuesto, no pasó. Usted estaría amaneciendo, junto a ella. Perdí con honores y pensé: ¿cuando piensa en mí, qué piensa de mí; de qué manera establece pactos con su conciencia para no decirme que la ama a ella, de qué manera logra imaginar que de ese pacto su conciencia quedará buena? No, no se aflija por mí. No tiene ya que darme ningún destino. Recuerde que yo tampoco sé qué hacer conmigo, querido. 

Suya,

E.

3 de agosto de 1957

PD: Julio quiere traducir mis poemas al francés. Se obstina, aún ante mi terminante negativa. Me ha enviado su Final del Juego; merece, definitivamente, trascender. 

PD 2  El pasado no deja de sorprenderme, como si fuera una anticipación que no ha sucedido. Quizá porque no quiero imaginar mi porvenir hurgo detrás, y encuentro nuestras primeras cartas, aquellas que escribimos hace años, cuando fuimos iniciales. En una de esas cartas usted escribe    (sobre el papel las palabras se siguen inscribiendo indefinidamente) que su amor por mí será eterno. No, no se adjudique su amor por mí; soy yo quien lo eterniza. 

PD 3: Le ruego a V. y no lo hace. Usted que todo lo puede, también ruégueselo, o exíjaselo si es necesario, pero logre que mi hermana me escriba. A pesar de todo, como a usted, los necesito. 

PD 4  Los médicos vacilan. Por momentos, que no quiero evitar, el mundo se vuelve innecesario.


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