los dedos arrugaditos del silencio niño
recién nacido me contemplan
Viven entre las ramas de los árboles. Esperan
el nacimiento de algo como
el canto de un pájaro la música
de las voces que sueñan la poesía
y la urden como una tejeduría de milagros.
Abre el silencio su manito encendida
tibia de atardeceres, esperanzadora
Abre su manita al sol, su mano de bebé
y así se queda, con la luz cobijando
la enramada y dibujando sombras amigables
en la tarde dulce donde
las cosas suceden mientras uno sonríe
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