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sábado, 12 de marzo de 2022

OSVALDO BOSSI: de EL POETA COMO CLOWN (fragmentos, 1)




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Vuelvo con E., después de meses de no estar juntos. Y sin embargo, como si el tiempo no hubiera pasado, charlamos sin ningún dramatismo. Como si él fuera mi hogar, un espacio que construimos juntos para guarecernos de la tormenta. En eso me acuerdo de estos versos de Robert Creeley, Dicen así:  Solo no llegarás lejos. / Está oscuro ahí afuera. /Hay un largo camino que andar. / El perro lo sabe. // Él es quien más nos quiere, /o eso parece, en las noches oscuras del alma. /Aguanta. /Aguanta firme, no estamos perdidos.

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Nos vamos de casa, nos alejamos de nuestros padres y nuestros hermanos. ¿Qué hacemos aquí, en esta cama de una plaza y este perchero? Y de pronto, leemos a Creeley y nos damos cuenta. Para soportar esa clase de soledad, están los amigos, está el amor, que es una de las formas de la amistad (y si no lo es, debería serlo).

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Atravesar la noche no es fácil. Pero si un amigo nos acompaña, la cosa se aligera. En consecuencia, uno no está solo. Una mano se apoya sobre mi hombro, aunque no esté, en las situaciones más extrañas. Alguien me ama y yo también le amo. Sin declamación, sin retórica. 

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La poesía amorosa es un sigilo. Es un después del después.  Una forma de ver el mundo, de estar en él. Un sacramento. No importa lo que se ame (un perro, un pajarito). La escritura amorosa trata de reproducir, aunque parezca imposible, esa revelación que el mundo nos hace. O mejor aún. La escritura amorosa atenúa el dolor (el dulce daño) transformándolo en otra cosa. Sobre esa cuna rítmica (los versos) la pena se adormece un poco, y el mismo dolor de amar, tan hermoso, no duele tanto. Todo lo contrario. 

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Hubo una época en que los poemas de amor no estaban bien vistos o eran considerado cosa de mujeres, ejercicios de poetisas. Qué tontería. Y así, muchas poetas mujeres, para no ser menospreciadas, dejaron de escribirlos. Otra tontería más. 

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Los amos siempre se equivocan. Los dueños de la verdad no saben nada de la verdad del amor, que es la única verdad que importa, la única verdad porque muero, decía Luis Cernuda. Uno de los poetas que más vivió y escribió sobre esa experiencia sagrada. Pero bueno, era homosexual.

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Los homosexuales podemos escribir poemas de amor sin ningún problema. Estamos fuera de la ley y de las reglas. Todos los que estamos por afuera de ese régimen (heteronormativo) somos libres de escribir lo que queramos. Nuestra masculinidad y nuestra femineidad no son valores en sí, sino puntos de fuga o epifanías. 

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Al parecer, para este valor de las cosas, todo lo femenino es menor. Y como el que escribe poemas de amor, indudablemente se feminiza (Barthes), hay que llenar los poemas con otros temas. Más importantes, más trascendentes. Es raro, pero a estos señores de la poesía, parece que hay cosas más importantes qué decir en verso, cuando los versos nacieron precisamente para decir lo que no se dice, o para decirlo de tal forma, que ya no lo podamos olvidar

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Me aburren mucho los poetas “objetivistas”. Entre otras cosas, porque el amor para ellos, en sus limpios bloques retóricos, no entra. 

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De tan limpios, aburren. Los poemas lavados con lavandina. Sin un microbio, sin una huella de imperfección. Y de ahí al mostrador, a la feria de vanidades.

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Si el amor es la morada imposible, la poesía es, me imagino, el lugar perfecto para que ella viva y desarrolle sus delirios. La vida, no: los poemas. 

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¿Hay locas objetivistas? Creo que sí, hay una, y muy talentosa, que hizo, como buena loca que es, que el objetivismo tuviera alguna clase de belleza y sentido. Pero está loca, obvio. 

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Sin locura no se puede vivir. Y escribir, menos. Sin un poco de fiebre, como decía Sandro Penna. Todo se vuelve chato e insignificante. Azúcar del deseo, mareo del amor: la poesía. 

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Yo tengo dos maestros (en realidad tengo muchos más), dos ángeles propiciatorios: Luis Cernuda y Sandro Penna. Pero también Alfonsina Storni e Idea Vilariño… Y si por escribir poemas de amor me fueran a llamar poetisa, no me importaría. Al contrario: poetisa y a mucha honra.

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Grandes poetisas de la lengua castellana: Rubén Darío, Pablo Neruda, Amado Nervo, Nicanor Parra, Juanele Ortiz, Joaquín Giannuzzi, etc.  

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Voy a ser más extremo: todo poeta es una mujer (en cualquiera de sus formas) o es un homosexual reprimido. ¿A qué varoncito, hecho y derecho, se le ocurre la tontería de escribir versos? 

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Suele ocurrir que las mujeres (en cualquiera de sus formas) en primer lugar tienen el tema del amor. Los varones (heterosexuales) apenas se encuentran, en el café o en la canchita de fútbol, lo primero que se preguntan es cómo va el laburo. 

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La guerra primero, el laburo después, el amor al final. Para una chica como yo, en cambio, el amor está siempre primero.  

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La derecha, ya sabemos que no entiende nada, ¿pero la izquierda? La izquierda tampoco. La izquierda nunca entendió a los homosexuales, ni a las mujeres (en cualquiera de sus formas). Idealizar no es entender.  

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La cuestión es que E., con su cuerpo hermoso y su sonrisa radiante, volvió a casa. Ahora está preparando unos mates en la cocina.. El mundo vuelve a tener sentido para mí. ¿Por qué no voy a escribir sobre eso? ¿Por qué no puedo hablar de amor en mis poemas o en cualquiera de mis escritos literarios?

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Sin amor no hay dolor. Dolor en cualquiera de sus formas. También la más extraña de todas: en forma de felicidad. Por eso los poemas de amor, cuando están bien escritos, son deliciosos, deliciosos, deliciosos…  y terribles.

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De “EL POETA COMO CLOWN”

Inédito


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