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domingo, 27 de febrero de 2022

UNA CRUZA, de Franz Kafka, con comentarios personales.

dice Franz:

"Tengo un animal curioso mitad gatito, mitad cordero. Es una herencia de mi padre. En mi poder se ha desarrollado del todo; antes era más cordero que gato. Ahora es mitad y mitad. Del gato tiene la cabeza y las uñas, del cordero el tamaño y la forma; de ambos los ojos, que son huraños y chispeantes, la piel suave y ajustada al cuerpo, los movimientos a la par saltarines y furtivos. Echado al sol, en el hueco de la ventana se hace un ovillo y ronronea; en el campo corre como loco y nadie lo alcanza. Dispara de los gatos y quiere atacar a los corderos. En las noches de luna su paseo favorito es la canaleta del tejado. No sabe maullar y abomina a los ratones. Horas y horas pasa al acecho ante el gallinero, pero jamás ha cometido un asesinato.


Lo alimento a leche; es lo que le sienta mejor. A grandes tragos sorbe la leche entre sus dientes de animal de presa. Naturalmente, es un gran espectáculo para los niños. La hora de visita es los domingos por la mañana. Me siento con el animal en las rodillas y me rodean todos los niños de la vecindad.


En mis rodillas el animal ignora el temor y el impulso de perseguir. Acurrucado contra mí es como se siente mejor. Se apega a la familia que lo ha criado. Esa fidelidad no es extraordinaria: es el recto instinto de un animal, que aunque tiene en la tierra innumerables lazos políticos, no tiene un solo consanguíneo, y para quien es sagrado el apoyo que ha encontrado en nosotros.


A veces tengo que reírme cuando resuella a mí alrededor, se me enreda entre las piernas y no quiere apartarse de mí. Como si no le bastara ser gato y cordero quiere también ser perro. Una vez -eso le acontece a cualquiera- yo no veía modo de salir de dificultades económicas, ya estaba por acabar con todo. Con esa idea me hamacaba en el sillón de mi cuarto, con el animal en las rodillas; se me ocurrió bajar los ojos y vi lágrimas que goteaban en sus grandes bigotes. ¿Eran suyas o mías? ¿Tiene este gato de alma de cordero el orgullo de un hombre? No he heredado mucho de mi padre, pero vale la pena cuidar este legado.


Tiene la inquietud de los dos, la del gato y la del cordero, aunque son muy distintas. Por eso le queda chico el pellejo. A veces salta al sillón, apoya las patas delanteras contra mi hombro y me acerca el hocico al oído. Es como si me hablara, y de hecho vuelve la cabeza y me mira deferente para observar el efecto de su comunicación. Para complacerlo hago como si lo hubiera entendido y muevo la cabeza. Salta entonces al suelo y brinca alrededor.


Tal vez la cuchilla del carnicero fuera la redención para este animal, pero él es una herencia y debo negársela. Por eso deberá esperar hasta que se le acabe el aliento, aunque a veces me mira con razonables ojos humanos, que me instigan al acto razonable."


Para los amantes de las metáforas, este cuento de Kafka es, como todo gran texto, un enorme desafío.

Los amantes de la literalidad no sé si tendrán mucho para hacer aquí.

Norberto Uman decía que era necesario emplear un cierto grado de crueldad para escribir bien. No sé si  comparto por completo esa apreciación, pero es interesante, como también lo es advertir esa crueldad en la descripción que hace Franz de sí mismo, según interpreta Bakún, o sea una parte de mí, no sé si la de gato o la de cordero.

Hay momentos en que las personas nos sentimos escindidas. Hay también quienes viven así toda la vida. Lo cierto es que no es cómodo. No es cómodo sentir que en el alma convivan impulsos y sentires contradictorios, o incluso no contradictorios, pero sí excluyentes, como el deseo de mar y de río a la vez.

No es cómodo sentir la vigencia de formas de vivir y de sentir dentro de nuestro corazón con la misma intensidad, pero designando paisajes diferentes e irrenunciables, más allá del campo del hacer: irrenunciables en el campo del sentir.

Y a veces no se trata de una escisión, pero sí de un "no encajar" en algún deber ser, en lo que se espera de nosotros, en lo que nos nombra desde afuera o desde dentro. Algún "lecho de Procusto" en el que no encajaremos jamás.

Si trato de ubicarme vanamente en el pellejo de quien escribió este cuento, podría "interpretar" que ese animal es la pesada herencia de un padre tremendamente complicado para él.

Pero si me remito al cuento, sin meterme con lo poco que puedo saber de la vida personal del autor, -cosa que me parece mucho más acertada-, me sacude el final por su terrible e impiadosa mirada sobre el destino al que parece ser sometido todo eso que no encaja de nosotros mismos: la muerte, como asesinato. Y también creo que decidir esa suerte guiándose por lo "razonable" de la mirada, acentúa su impiedad.

¿Quién decide qué está llamado a morir en nosotros y para qué haríamos morir eso?

¿Se tratará de dejar morir algo, o simplemente de dejarlo ser? ¿Y de qué modo dejarlo morir o dejarlo ser, dónde, en qué rincón de qué parte de nosotros, de qué manera, en qué habitat?

¿Tenemos esa potestad, o será nuestra obediencia a la vida y no a la cuchilla del carnicero quien lo decida?

¿Tendremos la posibilidad de un final menos filoso para lo que no encaja en nuestra expectativa respecto de las cosas?

Cuento que duele, sí. Desafía nuestra imaginación y nuestra potestad sobre la manera en que heredamos lo que heredamos, la manera en que lo honramos, o no.

Alguna vez pensé, - y por ahora sigo pensando-, que honrar algo quizás consista en usar  lo que sirve, y tirar lo que no sirve.

En el reciclado del alma, habrá que saber conservar y hacer buen uso de lo que sí, y despojarse de lo que no cuando ya no haya odio, para así poder distinguir mejor con qué quedarnos.


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