Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...


domingo, 20 de febrero de 2022

CLAUDIO FERRARI: CUATRO CARTAS, tercera entrega



Tercera carta.

Querido, ¿cuándo fue que nos caímos del paraíso?

¿Será posible, me pregunto, y pienso en usted, que todo hoy sea únicamente palabras? Palabras que se quedan afuera de esta carta, al margen de los márgenes, caídas de cualquier renglón, y apartada yo de la vida real, apenas estas palabras para usted, pero sin usted. Dibujo en el aire palabras para que mágicamente lo hagan aparecer aquí a mi lado, pero ni una frase corta y contundente me sale, ni se me ocurre cómo describirle el paraíso o de qué modo sutil estar, aunque sea un poco, cerca suyo. ¿Deseo postergado para siempre?, escribo, apenas con un dedo sin tinta y pienso en usted, querido. Un deseo, confieso, que no sé cómo calmar: ¿cuando el deseo se calma, qué nos garantiza que volverá? ¿Será la consumación del deseo una forma de su muerte? ¿Entonces, para que el deseo sea eterno, será indispensable no vivirlo? ¿Comprende que no le hablo de amor? ¿Realmente puede comprenderlo? ¿Cuándo fue que nos caímos del paraíso?

¿Lo que afirma que siente por mí, eso que usted llama amor, ciertamente quiere que suceda, o son meras palabras? ¿Nuestras cartas, sus palabras de aliento a nuestra historia, la invitación a volver a vivir aquello, su propuesta para que yo crea que sanaré, no son una manera elegante, gentil, un modo suyo condescendiente para que yo quede asida a usted, y sea usted el rostro de mi expectativa, una instancia suya deferente para conmigo, porque supone que así se erige en una figura a la que aferrarme, un redentor a quien rezarle mediante estas cartas y esperar milagros?  

Pero, ¿cuándo fue que nos caímos del paraíso?

No quiero conjeturar las hazañas que toda mi vida supuse para mí. No quiero volver a soñar despierta, confirmando así todo aquello que no puedo ni podré hacer. Si por un instante me dejara imaginar como una bienhechora de milagros, se me haría demasiado dolorosa la eternidad de no serlo. Si por un instante me soñara convertida en la mujer que usted ama, se me haría insoportable la infinidad entera de saber que no lo soy. Sí, soy como una abeja que no puede volar, pero vuela. Imagino lo que no debiera, dejo que usted nombre al amor, lo sigo imaginando a usted y lo que usted produce en mí: lo sé, usted existe y si estuviera aquí yo podría acercarme, lentamente, cada vez más cerca, olerlo, besarlo, dejar que transcurra el abrazo como alguna vez.

Un reflejo involuntario y violento mueve mis músculos como tenazas, afligiendo el aire, horror inútil de no estar usted aquí, mientras por momentos, en el mismo momento, se lo aseguro, lo olvido por completo, para volver a hacer de su recuerdo un pasado por delante. 

¿Qué no haremos usted y yo, querido? Son infinitas las posibilidades. Sufrir o ser feliz son pormenores, contingencias sin más, y yo los acepto por inevitables, mientras usted los atraviesa con la gracia de no ser honesto. No tema, lo comprendo. Yo soy feliz y sufro al mismo tiempo con esta rara manera que he encontrado para amarlo con palabras. Me comporto como una enfermera de mí misma y decido el remedio que me proteja del amor, un remedio que no me garantiza nada, que apenas me protege, al menos aislada por instantes de mis propios sentimientos. No he logrado sentir el desamor, ni la indiferencia, que es un atributo de los indolentes. Y claro, así, también procuro un sitio extranjero, extraño, donde dejarme estar, para quedar liberada de la permanente zozobra que provoca intentar ser amados. De todas formas, y disculpe si no puedo eximirme de esta responsabilidad, mi ansia por usted es intensa, tanto que puedo decidirla, a veces, infinita. 

Respiro hondo ahora, y lloro.

Suya.

E.

28 de abril de 1957

PD 1: ¿Cuándo fue que nos caímos del paraíso? No soy buena; le dejo ver mis contradicciones. Hay un cielo y un infierno, querido, y en ambos estoy yo.

PD 2 : Mi hermana me ha escrito. Me lo ha contado todo. ¿Coincidiría usted con la versión de V., de los hechos, si se atreviera a escribirme lo que realmente sucedió? Pero, de seguro, usted preferirá creer que me hacen bien sus cartas de amor. ¿En verdad es tan ingenuo?


No hay comentarios.:

Publicar un comentario