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lunes, 21 de febrero de 2022

A pleno sol


Te vi ahí, a la salida del cajero automático, acostada en la vereda. 
Me detuve ante tu hermosura morena, delgada, pobre; totalmente dormida ante el rayo feroz de las dos de la tarde que daba de pleno sobre tu cara… y me quedé ahí, como congelada, mirándote. 
Quería hacer algo útil, pero no se me ocurría qué. Y sentí dolor, ese revoltijo en el estómago, donde suelo sentir el dolor y el espanto. 
¿Serás de acá o vendrás de otra provincia? ¿Del norte tal vez, o de otro país? ¿Del mismo norte al que yo pretendo viajar en unos días? 
El único bolsillo como para dejarte unos pesos te quedó abierto y a la vista, y no es buena idea dejarte algo de plata ahí, y más aun estando dormida. Despertarte tampoco es buena idea, porque además si alguien se duerme así ante el rayo de sol, es que no da más.
¡Y yo que venía tan contenta con mis preparativos para el viaje! De compras: que una mochila color turquesa, que un filtro solar. Y algunos miedos también, aunque percibiendo que mis sombras van y vienen, pero se van más que vienen.
Más que nada el horario: llegar sola al aeroparque, miedo de ponerme nerviosa y confundirme con algo, pero ¿a quién molestar un sábado a las cuatro de la mañana? ¿Y con qué derecho? 
Y algunas cosquillitas más, esas de lo previo a las cosas, esas que, si uno las deja, te enredan de lo lindo porque muchas veces inventan cosas que no existen.
¿Con qué derecho? Eso. Con qué derecho viajar y comprar, pienso por unos minutos mientras te miro.
Ah, morocha: es que me voy a Jujuy, me voy a cumplir un sueño que hace rato tengo en el alma. Soy docente, no robé nunca, acabo de renunciar a un termo de metal para comprarme uno más toraba. 
Es palpable nuestra diferencia de situación, sí. No tengo ni tuve nunca las entrañas aptas para el trabajo social. Si las tuviera, me quedaría ahora al lado tuyo.
Pero ¿sabés qué? Al final de cuentas, la que más sabe de sol de las dos sos vos. Así que me agarro de tu imagen para honrarla tomando mi dicha, tomando toda la sabrosura del paisaje que voy a recibir, y cuando lo haga voy a mirarlo en mi nombre y en el tuyo, en nombre de esa rueda que nos pone en distintos lugares de un mismo camino. 
Te voy a dedicar el final de mis miedos y mis rumias; hago de cuenta que tomo tu mano para que me des el valor de imaginarte de pie, como yo, rumbo a tus sueños, a pleno sol, morocha, a pleno sol. 

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