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martes, 22 de marzo de 2022

EL AMANTE

Mi perra entiende un idioma distinto: el de mis gestos

Cada vez que sonrío, - y si me río ni digamos- , 

ella comprende que estoy contenta 

y reacciona como reaccionan los niños pícaros 

cuando encuentran cómplices: me gruñe, 

lo que en su idioma, que yo también comprendo,

significa que hay que jugar, que hay fiesta

que hay que encender las luces y ella entonces 

trae sus juguetitos en la boca. A veces no le caben 

porque agarra dos juntos.

Y si bailo ¡ah! Si bailo 

ella se enciende y va detrás de mí

y no queda otra que invitarla, 

convidarle un extremo del juguete ese de tirar, 

y mientras danzo, arrastrarla de algún modo 

hacia el ritmo de la música que suena.

Mi perra es negra de toda negrura, 

Despampanante, tierna.

Sabe mirarse en el espejo de la casa mientras 

se aburre cuando escribo. 

Sabe despatarrarse y distenderse 

y hacerse la enojada y no mirarme

cuando pasó mucho tiempo sin llevarle el apunte.

Sabe olvidarse también muy bien de mí 

cuando le toca estar con otros perros 

y en su idioma decirse cosas locas entre gruñidos y mordisqueos, 

entre corridas y acechanzas.

Me encanta que durante ese recreo yo no exista para ella

aunque la mire embelesada y me ría con sus ocurrencias

y las de sus congéneres. Mi perra también me lame

el cuello la axila y las plantas de los pies si estoy cansada

o simplemente acostada junto a ella. 

Dicen los que la ven seguido que me mira con amor 

y me cuesta creer que eso se note tanto.

Mi perra es hermosa, negra de toda negrura, 

refulgente su pelo

oscuros sus ojos limpios, 

elegante su andar y a la vez despojado de poses 

cuando se pone con las patas de atrás tan extrañamente extendidas. 

A veces, cuando me doy cuenta de todo esto

deseo que, blanco negro o multicolor, me mande el cielo

un amante así.


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