Mi perra entiende un idioma distinto: el de mis gestos
Cada vez que sonrío, - y si me río ni digamos- ,
ella comprende que estoy contenta
y reacciona como reaccionan los niños pícaros
cuando encuentran cómplices: me gruñe,
lo que en su idioma, que yo también comprendo,
significa que hay que jugar, que hay fiesta
que hay que encender las luces y ella entonces
trae sus juguetitos en la boca. A veces no le caben
porque agarra dos juntos.
Y si bailo ¡ah! Si bailo
ella se enciende y va detrás de mí
y no queda otra que invitarla,
convidarle un extremo del juguete ese de tirar,
y mientras danzo, arrastrarla de algún modo
hacia el ritmo de la música que suena.
Mi perra es negra de toda negrura,
Despampanante, tierna.
Sabe mirarse en el espejo de la casa mientras
se aburre cuando escribo.
Sabe despatarrarse y distenderse
y hacerse la enojada y no mirarme
cuando pasó mucho tiempo sin llevarle el apunte.
Sabe olvidarse también muy bien de mí
cuando le toca estar con otros perros
y en su idioma decirse cosas locas entre gruñidos y mordisqueos,
entre corridas y acechanzas.
Me encanta que durante ese recreo yo no exista para ella
aunque la mire embelesada y me ría con sus ocurrencias
y las de sus congéneres. Mi perra también me lame
el cuello la axila y las plantas de los pies si estoy cansada
o simplemente acostada junto a ella.
Dicen los que la ven seguido que me mira con amor
y me cuesta creer que eso se note tanto.
Mi perra es hermosa, negra de toda negrura,
refulgente su pelo
oscuros sus ojos limpios,
elegante su andar y a la vez despojado de poses
cuando se pone con las patas de atrás tan extrañamente extendidas.
A veces, cuando me doy cuenta de todo esto
deseo que, blanco negro o multicolor, me mande el cielo
un amante así.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario