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sábado, 30 de abril de 2022

DESPRENDERSE ( apuntecito al voleo)


No todo despedirse es un soltar. Abrir la mano apretada y que algo caiga o vuele. 

Hay otro movimiento, otro momento,  que es el desprenderse. Y tiene otra historia. Puede ser una herida que va formando cascarita, esa que uno insiste en hurguetear, y luego resigna frente al imperativo de dejar que se haga costra para que por fin un día todo ese menjunje de dolor que la originó deje respirar la piel nueva, y entonces la costra se desprende de a poco y se retira. 

El desprendendimiento es un movimiento gentil,  generoso, pero imposible de imaginar tan solo un instante antes de logrado ese punto, porque fue necesario el dolor anterior, la lucha de la herida, de la piel,  de la costra para llegar hasta ahí. 

En el soltar el único dramatismo está en  la retención de la mano rígida que sujeta. 

Desprenderse en cambio, es el  resultado de un duelo muchas veces,  y otras de un crecimiento.

Machado extrañaba la espina dorada que tenía clavada en el corazón porque aunque doliera lo hacía sentir vivo, ya que era memoria de un amor, y ese dolor,  lo sabemos, es compañia mientras se necesita. 

También se desprenden los dientecitos de leche de los niños con casi nada de dolor y hasta con la ilusión del regalito que vendrá después. Y se desprenden nuestros pelos y se descama nuestra piel sin nuestro permiso y se caen, como final de un proceso de crecimiento que ni siquiera dominamos conscientemente. 

Se desprenden así también las ilusiones y los ciclos vitales. Es un movimiento agradecido en que uno es testigo de una despedida como si fuéramos el árbol que ve caer sus propias hojas otoñales mientras las saluda. Aceptación. Recocijo de algún modo. Liberación.

Saludar la belleza de las cosas que se van,  celebrar lo que se despide y la posibilidad inmensa que contiene la propia vida de lo que se va, de la hoja seca, de la piel, del pelo, de los dientes de leche, las ilusiones y los ciclos vitales, ellos que graciosamente danzarán  dentro nuestro la danza del recuerdo bendito, también para acompañarnos.

Y aceptación también, en cuanto a la caida de las ilusiones, en que si hay milagro, su encanto, su esencia  radica en  que llega desde una plena libertad de los seres y los acontecimientos  porque, - sea el del retorno de lo ido, el del advenimiento de lo que llega, o el alumbramiento de lo que nace- , ninguna gracia habrá jamás en el forcejeo con las circunstancias. Y entonces  no habrá  mayor gentileza de nuestra parte que dejar espacio para que, - si ha de suceder-,  cada quien haga por sí mismo eso que sólo cada quien  puede hacer por sí mismo.


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