Querer encontrarte es algo agobiante e irrenunciable como la esperanza de encontrar un psicólogo de apellido Martínez en la ciudad de Buenos Aires, o como buscar al analista dentro de su consultorio y no sospechar que es él quien está acostado en el diván.
Es buscar la cuarta aumentada justo en el instante previo a ser considerada dodecafónica, pero querer encontrarla así después de haberse creado el pierrot lunaire.
¡Ah!!!... es algo tan improbable como que, además, se la ubique justo en el instante anterior a su rotura, ahí donde estalla en una serie de notas inconexas, pero tan irrenunciable como si fuera posible. Entonces sólo queda subirse a una escoba y esperar que levante vuelo. Chau noche transfigurada. Bonjour Pierrot.
El SI se desequilibra en su afán de que los ángulos no sean superiores a uno recto, pero la sensible ascendente se empeña en llegar a la cúspide. Milagro: en el cine de Milán se cortó la luz justo cuando las escobas iban a volar, y así y todo volaron.
La luz volvió cuando no quedaba ya nadie en ese cielo más que unas palomas atentas a la huella del revuelo en el aire.
Buscarte queriendo encontrarte, es una tarea ardua y exasperante; sólo que hoy poco me importa el beneplácito del analista. Sólo necesito que la escoba me espere.
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